¿LOS DIFUNTOS O
TODOS LOS
SANTOS?
Avui us ofereixo aquest escrit sobre la festivitat de Tots Sants i dels Difunts, des del punt de vista de Mariano Arnal del Almanac (Revista que rebo via Internet), i que crec que pot ser del vostre interès.
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En todas las
culturas encontramos una fiesta dedicada a los antepasados, a los que en unos
casos se llama difuntos, en otros santos, y mucho más atrás en la cultura
romana, lémures, lares o manes.
¿Qué
celebramos realmente en esta fiesta en que las calaveras se convierten en
protagonistas? Pues celebramos nada más y nada menos que la presencia en
nuestras vidas de nuestros más recientes antepasados. Es que no se entiende la
cultura sin el culto a sus autores; no se sostiene la memoria de las cosas si
no se cultiva la memoria de quienes las crearon. Para que la memoria de los
valores vitales sea duradera, es preciso personalizarlos, ponerles rostro y
biografía. Por eso a todas las cosas les asignamos autor. A las recientes,
porque lo conocemos; y para las antiguas inventamos uno, porque sin autor no es
posible el culto.
En la fiesta
de los Difuntos y de Todos los Santos (una sola fiesta que dura dos días; las
lemurias romanas duraban tres) sacamos a los muertos de sus tumbas para que
participen un día al año de lo que nos dejaron al irse de este mundo. En todas
las culturas encontramos vestigios de estos cultos, y en todas ellas abundan
caracteres comunes que han saltado los mares y traspasado fronteras. Es el alma
de la humanidad la que palpita en ellas.
Los romanos,
por referirnos a nuestros antecedentes mejor documentados, se ocupaban de sus
difuntos los días 9, 11 y 13 de mayo. Pero no era esa la única ocasión en que
se ocupaban de ellos, sino que los tenían metidos en casa en forma de dioses o
genios familiares, y les rendían culto diario. Tan importante consideraba Roma
el culto a los antepasados, que para asegurarlo instituyeron la figura sagrada
del heredero, cuya principal razón de ser y obligación era perpetuar este
culto.
Es que el
culto a los difuntos no era una institución más, sino la piedra angular de toda
cultura. Es lo que siglos más tarde recogería el cristianismo bajo la figura de
la COMUNIÓN DE LOS SANTOS, uno de los dogmas que proclama el Credo. En él se
afirma que todos los cristianos, tanto los difuntos de todos los tiempos como
los vivos, viven en comunión formando un solo espíritu. Y que son precisamente
los que se fueron a los que más propiamente se llama santos (igual que los
romanos llamaron a sus antepasados lares, manes y lémures; quienes preservan
desde el más allá la cultura y los valores de toda la comunidad (formada por
los vivos y por los difuntos).
Consecuente
con ese principio, el cristianismo ofrece como ejemplos para toda la comunidad
cristiana a los difuntos que destacaron en las virtudes que forman la religión,
a los que en su día proclamó como santos, inscribiéndolos en la lista llamada
canon (eso es canonizar). Pero como la inmensa mayoría de los que murieron
dentro de la fe de la iglesia y por eso son santos no fueron inscritos, se
instituyó la fiesta de TODOS LOS SANTOS (los manes que dirían los romanos), que
son los difuntos no canonizados, como parte de la celebración de la fiesta del
día siguiente dedicado a los difuntos que están aún penando.
Mariano Arnal
De
El Almanaque
Ramiro
Lozano – Jubilats-USOC
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